Un 10 de Marzo como hoy nacía en Swansea, Gales, uno de los más infames piratas de la Era Dorada de la Piratería – Edward James Kenway, azote de las Indias Occidentales. Pero, ¿Qué tanto conocemos a Edward realmente?
ORÍGENES
Sabemos que tuvo un inicio humilde. Hijo de granjeros, Edward siempre aspiró a más, y es precisamente esta característica la que lo definió a lo largo de su vida. Lo que Edward no comprendía era que “más” rara vez es “mejor.”
Edward no era más que un adolescente cuando conoció, se enamoró y desposó a la joven Caroline Scott. Sin embargo, su incapacidad de conservar un trabajo debido a sus inalcanzables aspiraciones de grandeza motivó la desaprobación de su esposa y familia. Con la intención de demostrar su valía y obtener las riquezas que tanto añoraba, Edward se une a la flota del ejército Inglés.
GUERRA
Durante la Guerra de Sucesión Española, iniciada el año 1701, incontables hombres se enlistaron en las flotas de los diferentes países en conflicto, arriesgando su vida con la esperanza de ganar suficiente dinero para enviar a sus familias. Hombres de mar y esfuerzo, algunos de ellos durante más de 10 años al servicio de sus coronas, sin otra fuente de ingresos y habiendo olvidado cualquier otro estilo de vida hacía mucho, repentinamente quedaron abandonados al firmarse el Tratado de Utrecht el año 1713 – el cese del conflicto, y de su forma de vida. Muchos volvieron a sus hogares e intentaron adaptarse, pero un número importante permaneció en el mar… porque al fin y al cabo, ¿Qué podía hacer un guerrero marino en tierra firme? ¿Cómo podían volver a un país que los había abandonado luego de entregarle su sangre y lágrimas? Había otro oficio al que podían dedicarse ahora, el mismo que antes cumplían al servicio de sus reyes, sólo que esta vez el fruto de su esfuerzo no desaparecería en las malagradecidas arcas reales – ahora, liberados del yugo imperial, eran libres para seguir su propio camino y obtener su propia fortuna.
Es en medio de estos sucesos que Edward se convierte definitivamente en un pirata. El ideal romántico de la libertad lo cautivaba, y junto a sus antiguos compañeros de armas, Benjamin Hornigold y Edward Thatch, navegaron las aguas del Caribe durante dos años, aunque sus caminos eventualmente se separaran. Es necesario entender el contexto histórico del nacimiento de la piratería en el siglo XVIII para comprender que, más que un estilo de vida ilegal y lleno de excesos, la transición fue más bien algo lógico y comprensible desde el punto de vista del soldado.
CAPITÁN
Como pudimos atestiguar durante Black Flag, luego de vislumbrar el conflicto Asesino/Templario de fondo, Edward no tardó en conseguir su propio navío y convertirse en capitán. Pero el recuerdo constante de Caroline en Inglaterra, sumado a la desaprobación de la familia de su esposa, le impedían rendirse allí; Edward estaba decidido a hacerse un nombre, alcanzar la fama en el caribe y obtener riquezas inimaginables antes de volver a su hogar. Lo que comenzó como un intento de probarse a sí mismo ante quienes le importaban, con el paso del tiempo, fue degenerando a medida que Edward olvidaba sus motivos iniciales y la búsqueda constante de riquezas no tenía más objetivo que las riquezas mismas.
NASSAU
Es durante este período que Edward se ve envuelto en la fundación de la nación pirata de Nassau – un país verdaderamente libre de todo Imperio de la época, donde cada hombre y mujer recibiera los frutos de su propio trabajo, aunque este trabajo fuera considerado ilegal en el resto del mundo. Decepcionados de los gobernantes y su opresión, los piratas más reconocidos de la época se reunieron para enfocar sus recursos en crear este ideal: Edward Thatch, Charles Vane, Stede Bonnet, Benjamin Hornigold, Jack Rackham y James Kidd, entre otros. Juntos reclamaron la isla del control británico en que se encontraba, fortificaron la bahía, y aceptaron a cualquiera que buscara asilo de los gobiernos. Edward fue fundamental en el establecimiento de la nueva nación – ya fuera consiguiendo armamento bélico o medicina para la población enferma, su convicción en la libertad como derecho básico de la humanidad sin duda ayudó en la tarea. Sin embargo, fue la traición lo que finalmente derrumbó este ideal, a pesar del esfuerzo invertido por Edward y compañía.
ASESINO
A pesar de sus buenas intenciones, Edward seguía atrapado por la codicia. Su contramaestre, Adéwalé, expresó su creciente incomodidad frente a la senda que seguían. Edward carecía de propósito, y lenta pero inexorablemente comenzó a perder todo aquello que tenía y que hasta ese momento no había valorado – aquellos que habían sido su verdadera familia en el Caribe. Tras un oscuro período en que finalmente reconoció lo perdido que se encontraba como ser humano, Edward, aconsejado por Adé, se acerca a los únicos que podían darle un verdadero sentido a su vida: los Asesinos.
Es tras caer hasta el fondo que Edward logra un verdadero crecimiento personal. El antiguo capitán egoísta y banal era ahora un hombre responsable y humilde, dispuesto a aceptar que tal vez no tenía todas las respuestas. “Porque si nada es verdad, entonces, ¿Por qué creer en nada? Y si todo está permitido… ¿Por qué no perseguir todo deseo? Tal vez esta idea es sólo el inicio de la sabiduría, y no su forma final.” Y, como dijera su mentor Ah Tabai, “Ese es todo un avance respecto al Edward que conocí hace tantos años.”
Tras ser reclutado por los Asesinos, Edward finalmente da sentido a sus acciones. Sabe que tiene un gran camino por recorrer, y comienza intentando enmendar aquellos errores que ponían a todo el mundo en peligro. De no ser por sus acciones como miembro de la Orden de Asesinos, el mundo actual sería un lugar muy diferente – los Templarios habrían obtenido el control del Observatorio, consiguiendo un sistema de vigilancia global en tiempo real, mediante el cual habrían controlado a la sociedad por siglos. Muy posiblemente la única resistencia, los Asesinos, habrían sido erradicados. Fue sólo gracias a la oportuna aparición de Edward, en el último momento, que el Gran Maestre Templario fue detenido, y el Observatorio, sellado.
PADRE
La última gran prueba de Edward fue aquella para la que estaba menos preparado – ya listo para asumir su responsabilidad y reunirse con Caroline, se entera de que ella había muerto… y le había dejado una hija, Jennifer. Decidido a saldar su deuda con Caroline, Edward regresa a Londres para establecer una familia, donde eventualmente vuelve a casarse y recibe a su hijo, Haytham. Abandonando todo su estilo de vida previo para dedicarse a los suyos, Edward logra convertirse en un hombre respetable en la sociedad londinense de la época, enseñando a sus hijos a vivir con rectitud y decencia. Podemos ver el hombre en quien se transformó y que inspiró a sus hijos en una anécdota de 1733, durante el octavo cumpleaños de Haytham. Cuando un ladrón intentó robar el collar de su esposa, Edward lo repelió pero se negó a matarlo. Ya en casa, preguntó a Haytham si creía que debieron dejar en libertad al ladrón. Haytham contestó que, aunque en un principio había querido vengarse, le habría ofrecido clemencia. Como recompensa por su respuesta, Edward le obsequió una pequeña espada de acero. Es este mismo Haytham a quien conocimos en la historia de Connor – si bien como antagonista, uno de los Templarios más honorables y rectos de la saga; y aunque sus métodos no eran compartidos por su hijo, su objetivo ciertamente era en beneficio de la humanidad, demostrándonos que nuestro enemigo no siempre es malvado.
La historia de Edward Kenway, más que de heroísmo (si bien tiene bastantes ejemplos), versa sobre el crecimiento personal y la búsqueda de sentido. De todos los personajes que hemos conocido a lo largo de los siglos, el Asesino pirata es sin duda uno de los más humanos. Y si bien pierde el camino más de una vez, ¿Podemos culparlo? Edward finalmente logra darse cuenta de sus errores y da un giro a su vida, encontrando un propósito y dejando una marca indeleble en la historia.
Y a fin de cuentas, es esta marca que dejamos en nuestros seres queridos lo que realmente importa.